Donde el tiempo se dobla y se hace círculo es donde comienza esta historia”, con esta frase se inicia esta novela, narrada por Lera, su protagonista. Un relato en el que un secreto familiar largo tiempo oculto y de consecuencias inmensas e inesperadas, saldrá a la luz, poco a poco, a pesar de las resistencias de la protagonista a que esto suceda.
Pero lo que desconocemos nos atrae como a un voraz león su presa. Y si algo atrae a Lera, es el universo femenino del que se siente dolorosamente separada desde que tiene uso de razón, debido a la fría y vacía relación que mantiene con su madre y con su hermana.
La protagonista es una arquitecta que trabaja de delineante. Desde que el hombre con el que se iba a casar muere en un accidente de coche, no termina de salir de la depresión. Hasta que un día, un 14 de abril, dos hechos fundamentales suceden en su vida: su madre le anuncia que debe contarle algo que “nunca antes” le ha dicho ni a ella ni a nadie. Y por otro lado se cruza en su camino Robert, un hombre del que se enamora a pesar de sí misma.
A partir de ese momento Lera empieza a recibir en su casa unos cuadernos manuscritos anónimos que narran las historias de los miembros de una familia desde 1876 hasta 1936. Para ella resultan enormemente fascinantes tanto por su dramatismo y su simbólico y ensoñador tono, como por su humor y su humanidad, de forma que no puede dejar de leerlos.
Pero como irá descubriendo el lector junto con la protagonista, la familia a la que se refieren los textos resulta ser la suya y a través de las claves trascendentales y desconocidas que desvelan, Lera comprenderá, para siempre, que todo lo que se oculta a la conciencia, lucha por salir a la luz con la ayuda de fuerzas insondables y que alinearse con esas fuerzas, lleva a la liberación de potenciales desconocidos para el corazón humano.
Será en París, en la Calle de la Reina Blanca, donde la información crucial, de incalculables consecuencias para la protagonista y para todas las mujeres de su familia, largamente escondida por su madre, se muestre por fin. Y lo hará en el preciso instante en que el tiempo se dobla, de forma que el pasado de su familia, indefectiblemente, se una en círculo y para siempre, con el presente de la protagonista.